El libro de las maravillas del mundo llamado Selva deleitosa y viaje a Jerusalem, Ásia y África



El libro de las maravillas del mundo llamado Selva deleitosa y viaje a Jerusalem, Ásia y África


Versión española, crítica e ilustrada, del único texto existente en castellano-aragonés que se custodia en un singular manuscrito del siglo XIV en la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, cuyo autor es Juan de Mandeville, médico inglés.  

Se trata de uno de los más importantes relatos de viajes jamás escritos, en donde realidad y fantasía, interpretación y ensueño corren parejos y animan y suspenden el alma del viajero y del lector de antaño y de hogaño.
El texto original (que en nuestra edición se da a conocer en una versión legible, completa y veraz) resulta incomprensible en muchas ocasiones debido a las corrupciones, repeticiones, mutilaciones y lagunas, lo que hace que su lectura resulte, si no imposible, sí, al menos, farragosa, lenta, y, desde luego, poco amena para el lector no especialista.
Hasta ahora, no existía en nuestra lengua una versión que se pudiera leer con gusto y de corrido como la versión que presentamos. También resultan inútiles las escasísimas ediciones modernas, meras reproducciones del impreso del siglo XVI de la Biblioteca Nacional de Madrid (BNM), con los mismos defectos del códice, si no mayores.
Hemos de advertir que la descripción y estudio de este MS. se hacen de primera mano, cotejando, además, las observaciones del autor con los datos aportados por los catálogos de la Escurialense, con los estudios diversos citados en la Bibliografía adjunta, y con algunos manuscritos e impresos, especialmente ingleses, franceses y españoles. 


Apuntes sobre el libro:


Podemos decir que el mencionado libro fue un best-seller de su tiempo.

Se dice que el libro tuvo vital importancia en la literatura británica (Shakespeare, Milton, Keats y otros tantos), y que el viaje alrededor del mundo inspiró a Cristobal Colón para llegar a Las Indias.

Con todo, la obstinación, experiencia y genialidad de Cristóbal Colón son indiscutibles. Experto marinero, influido por el ambiente de Portugal y por las lecturas de Ptolomeo, Estrabón, Mandeville, Marco Polo y otros.

Entre otros famosos lectores de Mandeville, figuran personajes de la talla de Leonardo da Vinci, y Cristóbal Colón, que además se dejó influenciar por las mediciones del diámetro de la Tierra, y obviamente por la idea de su redondez y la posibilidad de circunnavegarla.

El bestiario de Mendeville es uno de los más ricos e ilustrados de toda la Edad Media. Nos habla de gansos de dos cabezas en la isla de Silo y sus leones blancos; los cangrejos gigantes de la isla de Pathen cuyos caparazones podían servir de habitación; del país de Pantoroze con su mar hecho de piedras y guijarros, sin una gota de agua y que se movía como las olas. En una isla del río Renemar los habitantes estaban cubiertos de plumas. O, aún, describía a los seres humanos con cabeza de perro, los sin cabeza, los cíclopes, pigmeos, gigantes, sátiros, hormigas mineras que buscaban oro para los humanos, etc.
Mandeville revelaba a sus lectores haber estado en el mítico reino del Preste Juan, un soberano cristiano que habitaba en medio de lejanas tierras de infieles donde campaban hombres con cuernos. El mismo Preste Juan, al combatir, no llevaba su bandera al frente, sino tres cruces de fino oro, grandes y altas, enclavadas de piedras preciosas. Cada una sobre un carro ricamente adornado. Para custodiar cada cruz se alistaban 10.000 hombres de armas y más de cien mil hombres a pie, según el libro.
En China, donde alegaba haber llegado, describió la vida de los mandarines que vivían “sin facer ningún fecho d’armas” y rodeados de “cincuenta doncellas y mujeres que le sirven a comer cada día, y tañen y facen otras cosas que le placen”…”sus uñas son tan largas que se enrollan en torno a los dedos”.
Además, situó el Paraíso Terrenal entre los ríos Fisón (o Ganges), en el que se hallan “muchas piedras preciosas y mucho madero de áloe e gran mena de oro”, el Agrón (o Nilo), el Tigris y el Éufrates. No se podía entrar en el paraíso pues había una sola entrada la “cual está cercada de fuego ardiente”. “En el más alto lugar, en medio del paraíso terrenal, está la fuente que echa los cuatro ríos que corren por diversas tierras”, es decir, los supradichos.
Si Mandeville nos habla del Paraíso, también describe - y con más detalles - el Infierno situado en el Valle Peligroso y de su temible guardián: “en medio del valle, encima de una roca, hay una cabeza que tiene la vista muy espantable de mirar…y tiene los ojos movibles y centelleantes…y lanza de sí fuego y fumo e tanto de mal olor que apenas ningún hombre lo podría sufrir”.

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